El viernes 14 de Enero logramos acomodar TODOS los bolsos en el baúl de nuestro Clío (los habíamos armado ya la noche anterior), dimos nuestra última mirada al bungalow querido, entregamos la llave y partimos rumbo a Bariloche.
Es muy lindo el recorrido desde la Villa hasta Bariloche, la ruta pavimentada se encuentra en muy buen estado, por lo tanto llegamos de manera rápida y tranquila a nuestro próximo destino.
Cruzamos la ciudad y por la Av Bustillo nos dirigimos a las cabañas que habíamos reservado: “El bosque de los elfos”, en el km 5,500 de la avenida, frente al lago Nahuel Huapi.
Las cabañas son bonitas, cálidas y acogedoras. Cada cabaña tiene nombre de un cerro. La nuestra es la “Tronador”. Desde ella gozamos de una pequeña vista del lago.
Esa mañana decidimos hacer el famoso circuito chico. Tomamos por la Bustillo hacia el LLao Llao y Puerto Pañuelo, al llegar allí seguimos el caminito rodeado de árboles (de cuento) hacia el punto panorámico. Antes paramos en una especie de mirador. Quedé enamorada de las riquísimas frambuesas ($8 la cajita) que se venden allí.
El punto panorámico en la ladera del cerro López tiene una vista impactante de los lagos Nahuel Huapi y Moreno, de Puerto Pañuelo, del hotel Llao Llao, de la colección única de árboles, de las aves de rapiñas que surcan el cielo, y el sol acompaña ese momento, embelleciendo los paisajes.
Volviendo ya, paramos almorzar en Bread, a metros del cerro campanario, frente al lago. Muy bello lugar, esa mañana probaré trucha al roquefort, exquisita… y un tanto cara.
De allí, vamos un rato a la playa del club regatas, el sol acompaña fuertecito, y podemos tomar un rato de sol.
Volvemos a las cabañas a dejar a Joaquín, y marchamos a una casa de té que Paula recuerda desde otro viaje que realizó: Bellevue.
Este lugar queda en el km 24 de la avenida Bustillo y es simplemente precioso. Su jardín de flores es indescriptible. Su variedad de formas y colores, sus tonalidades de verdes… y allí nomás: el Morenito. Apacible y revelador.
Tomamos té con tortas riquísimas, los demás de mousse de chocolate y frambuesas, yo de crema con frambuesas. Livianas y para nada empalagosas.
Luego bajamos a la orilla del Morenito por un sendero delicioso que conduce a la playita con muelle propio. Los juncos que crecen allí pasan a ser protagonistas indiscutidos de ese breve pero intenso momento.
El "Morenito" estaba precioso aquella tarde...
entre juncos, flores y todo lo esperable en estos casos
me tentó,
y descubrí que (sorpresivamente)
sus aguas eran templadas,
y ese simple hecho...
templó bastante más mi alma.
Las fotos abundan en la mejor hora para sacarlas, y Bellevue se convierte en uno de los mejores lugares para retener en imágenes y en nuestras almas.
Dan ganas de quedarse y quedarse allí. Muy bello.
Nos vamos con cierto estado de éxtasis…
Baño reparador, esa noche cenamos cazuela de salchichas en la cabaña, alrededor de la mediana mesa ratona. La charla se va profundizando, y las horas pasan amenas entre gente querida. Linda compañía.
Mañana será otro día…
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